La educación de un gato requiere un enfoque distinto al de otros animales, especialmente si se compara con los perros. Los felinos no responden igual a órdenes ni castigos, por lo que el adiestramiento debe centrarse en reforzar conductas positivas. A través de rutinas, estímulos agradables y algo de paciencia, es posible enseñarles a convivir sin problemas.
Para corregir una conducta inadecuada, no sirve reñirles después de que haya ocurrido. Tal y como indica SantéVet, una compañía de seguros de salud para mascotas, el momento de la reacción es clave: ha de producirse justo cuando el gato actúa. Utilizar un “no” rotundo, sin gritar, es mucho más eficaz que levantar la voz o castigar. El objetivo no es asustarlo, sino que comprenda lo que no debe repetir.
Los gatos aprenden mediante la experiencia, por eso se recomienda premiar cada avance. Caricias, palabras suaves y juegos compartidos ayudan a reforzar sus comportamientos correctos. SantéVet insiste en mantener una rutina diaria, ya que la previsibilidad les aporta tranquilidad y mejora su disposición a obedecer. El juego también evita que busquen llamar la atención con travesuras.
Además de premiar lo positivo, existen trucos sencillos para evitar que repitan conductas no deseadas. Colocar papel de aluminio o usar sprays con olores desagradables en zonas prohibidas es una estrategia eficaz. La constancia, la suavidad en el trato y la ausencia total de castigos físicos son esenciales para lograr resultados duraderos.